Constantemente se nos vende, en la publicidad, la idea de que lo natural es lo bueno contraponiéndolo a lo artificial, que es lo malo.
Si hablamos de alimentación todo lo "químico" está
mal visto. ¡Como si no fuera todo químico!
Ya sé. Cuando se habla de química en este contexto, nos
referimos a substancias obtenidas artificialmente, pero nos olvidamos, por
ejemplo, que la sal común, cloruro sódico, se utiliza desde la más remota
antigüedad para conservar la carne o el pescado y no conozco a nadie que
rechace un buen bocado de jamón o de mojama.
Lo natural en estos casos, y hasta que aparecieron los
refrigeradores, hubiera sido que la carne o el pescado hubiera que consumirlos
dos o tres días después de su muerte, como máximo, por temor a que se
estropearan y enfermáramos.
Nos olvidamos que las substancias más venenosas están en la naturaleza. Los venenos de insectos, serpientes y otros animales o las potentísimas toxinas de algunas setas.
Nos olvidamos de que casi todas la especies de animales o plantas que consumimos son producto de la manipulación genética que ha sido llevada acabo durante los últimos milenios por el hombre y, por lo tanto, artificiales.
Nos olvidamos de que casi todas la especies de animales o plantas que consumimos son producto de la manipulación genética que ha sido llevada acabo durante los últimos milenios por el hombre y, por lo tanto, artificiales.
No sobrevivirían si no fuera porque protegemos
al ganado de los predadores y a los cultivos de las plagas.
No hay nada natural en que una vaca lechera
produzca 20 litros
de leche al día o que el trigo, el maíz o el arroz modernos sean mucho más
productivos que las raquíticas plantas silvestres de las que provienen.
No estaríamos aquí si no hubiéramos alterado su naturaleza a nuestro favor.
No estaríamos aquí si no hubiéramos alterado su naturaleza a nuestro favor.
No se podría alimentar a tanta gente si no se abonaran los campos, se acabara
con las plagas o no se hubieran seleccionado variedades más productivas de cada
una de las plantas cultivamos.
La
carne tendría un precio prohibitivo si nos limitáramos a apacentar los ganados
que se alimentarían libremente en la naturaleza.
Si hablamos de salud, lo natural era morirse de cualquier enfermedad infecciosa como la viruela, la tuberculosis, la sífilis o la peste como pasaba antes de la aparición de los antibióticos o las vacunas.
Lo natural era que muchas mujeres murieran en el parto o que muchas otras mujeres y hombres no pudieran tener hijos.
La medicina, la tecnología y la ciencia en general nos ayudan a sobrevivir en un mundo hostil que no es precisamente el paraíso de Adan y Eva, al que muchos quisieran volver pero que nunca existió.
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